lunes, 10 de mayo de 2010

El rostro de la muerte

"Pero yo no miraba a la Queca ni la actitud absurda que formaban piernas y brazos incrustándose en el aire desaprensivo de la habitación; no miraba el cuerpo frío de una mujer abusado por hombres y mujeres, por certidumbres y mentiras, las necesidades, los estilos fraguados y espontáneos de la incomprensión; no miraba su rostro clausurado, sino el de la muerte insomne, activo, que señalaba el absurdo con dos cuadrados dientes frontales y lo aludía con el mentón caído en la búsqueda de un monosílabo impronunciable. Y el cuerpo era el de la muerte, intrépido, encendido de fe, manteniendo el obvio escorzo de las revelaciones. Muerta, convertida en la muerte, la Queca había regresado para atravesarse en la cama, doblar una rodilla, tomarse y apartar los pechos. No sonreía porque había sido expulsada sin sonrisas; diestra, guiada ya por una larga costumbre, acomodaba cada parte de su cuerpo a la posición que le fuera asignada, podía reposar en la actitud impuesta. Estaba tranquila y afable, de vuelta de su excursión a una comarca construida con el revés de las preguntas, con las insinuaciones de lo cotidiano. Muerta y de regreso de la muerte, dura y fría como una verdad prematura, absteniéndose de vociferar sus experiencias, sus fracasos, los tesoros conquistados."

Juan Carlos Onetti, fragmento de "La vida breve".

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